Viajar a Islandia

Islandia

Viajar a Islandia es planear un viaje a pleno océano atlántico. Apenas tiene 331.000 habitantes y está cubierto en su mayoría por hielo y nieve durante buena parte del año, a excepción de los veranos, más suaves que otros territorios del continente. Con un clima subpolar, es uno de los países con menor variedad de flora y fauna y por ello ha tenido que desarrollar hasta 59 pequeñas reservas naturales aisladas para consérvalos. Los renos, el poni islandés, los caballos autóctonos, las reses o las ovejas forman parte de su decorado natural, al igual que los osos polares que viajan con las placas de hielo procedentes de la vecina Groenlandia.

Su economía está altamente desarrollada y pese a carecer prácticamente de recursos naturales que tiene que importar, es una potencia en energía hidroeléctrica y geotérmica. Con un sistema fiscal bajo y como ejemplo de recuperación económica en la presente crisis -dónde sus bancos se mostraron especialmente afectados-, está a punto de cumplir su primer centenario de su independencia de Dinamarca.

Su capital y centro político, económico y social es su capital Reikiavik, muy cerca del Círculo Polar Ártico. Es conocida por su singularidad respecto a la luz del sol, en invierno sólo la recibe durante cuatro horas al día mientras que en verano, las noches parecen que no existen. Las auroras boleares forman parte de su gran atractivo turístico. Y es que al viajar a Islandia es inevitable disfrutar de todas las curiosidades que esconde su capital. Es de obligada visita el museo nacional y el Saga museum en Perlan que tiene un interesante restaurante con impresionantes vistas, ubicado en uno de los cuatro contenedores de agua termal que abastecían la ciudad. Son imprescindibles cara a conocer la historia de esta región europea. También es importante visitar el museo de figuras de cera, las casas de los vikingos que habitaban esas tierras, la galería nacional, el museo de arte Jóhannes Sveisson Kjarval, la iglesia de Hallgrimskirkja, la playa termal de Nauthólsvik, el jardín botánico, su peculiar zoo, las piscinas de Árbaejarlaug y Hallgrimskirja, el mercadillo del puerto, o el parlamento, el ayuntamiento y su plaza mayor y la casa Hofdi, dónde termino la Guerra fría. Monumentos y esculturas, vestigios de un pasado interesante, completan su geografía: el barco de sol Sólfar, la del descubridor del nuevo mundo Leifur Eiriksson, Skuli, considerado el creador de la ciudad, la estatura homenaje de la amistad con EEUU pero sobre todo, un paisaje verde sin igual.

Fuera de la capital, hay que viajar al volcán de Hekla en Reykholt, el impresionante lago ártico de Jokursalon, las cataratas de Gullfoss en Selfoss o la de Godafoss en Akurevri y el imponente parque nacional de Vatnajokull en Jokursalon. Como productos típicos, Islandia y sus típicas camisetas a rayas, las lopapeysas, jerséis, gorros y guantes de lana, regalices, huevos de chocolate o pescado seco. Y para comer, hay que probar algunos platos típicos como son el Hákarl -carne fermentada de tiburón-, Graflax -un aperitivo de pescados ahumados servido antes de las comidas- o el Hrútspungur -testículos de carnero macerados-. Para beber es típico el brennivín, que es un destilado de patata y su producto estrella, el skyr, parecido al yogurt.