Melilla
Viajar a Melilla es viajar a una de las dos ciudades autónomas que España posee en el continente africano, a orillas del mar Mediterráneo. Se trata además de una de las urbes con estilo modernista más importante del país, tan solo por detrás de Barcelona, y su posición geográfica la dotan de un carácter especial tanto en su relieve como en la composición de su población formada por cristianos, musulmanes, judíos e incluso hindúes. La habitan más de 80.000 personas y su cercanía al desierto del Sahara hace que sufra un clima templado y húmedo con ocasionales vientos de poniente. Está situada junto al mar de Alborán y tiene la densidad de población, respecto a su tamaño, más alta del país. El 44% de su población es musulmana y su fundación se remonta al s. VII a.C. Su economía se basa en las PYMES que representan el 95% total de las empresas ubicadas en Melilla, de las cuáles el 50% están relacionadas con el sector inmobiliario y el turismo, sus dos grandes bazas económicas. Está dividida en once barrios, tiene doce kilómetros cuadrados de extensión y en su espectro laboral, hay un elevado número de personas que trabajan en la administración, defensa y en personal doméstico.
Un viaje por Melilla es contemplar los resquicios que la historia a dejado tras de si en esta ciudad, aparentemente tan alejada de la Península pero con multitud de tesoros que descubrir y no tan diferente a otras ciudades del país. De obligada visita es dejarse caer por lugares como el emblemático faro de Melilla la vieja, su puerto y fortificaciones debido su pasado de carácter defensivo y militar, la casa Melul, la avenida Juan Carlos I, la plaza de España, el edificio La Reconquista, el cargadero del mineral, su ayuntamiento, el arco del cerro de Palma santa, el monumento al ejército de África, el banco de España, iglesias como la del Sagrado corazón de Jesús o la Purísima Concepción del s. XVII, plazas como la de los Pescadores o la de las Culturas, esculturas como las de Cervantes o la de Encuentros, la fundación GASELEC con su colección egipcia, la ciudadela del s. XV, cuevas del Conventico, el museo militar, el baluarte, el yacimiento púnico-romano o casa del Gobernador), otros museos como el de arqueología, historia y costumbrista sefardí y berebe, los almacenes de las Peñuelas del siglo XVIII, los aljibes del s. XVI, el hospital del rey del s. XVIII o el de san Francisco, la pinacoteca, la torre de la Vela, la capilla de la Enramada del siglo XVI el fuerte de Rostrogordo, las cabrerizas Altas, la casa Tortosa, edificios de Art déco, la sinagoga Yamín Benarroch, la capilla Castrense o la del hospital de la Cruz Roja -actual parroquia de San Francisco Javier-, la de la Medalla Milagrosa, el antiguo Colegio del Buen Consejo, el grupo de las escuelas mixtas y hoy sede de la consejería de Economía y Hacienda de la Ciudad Autónoma de Melilla, el antiguo cine monumental, la casa Paraiso o la de Vicente Martínez, la antigua redacción del Telegrama del Rif, el antiguo economato militar, su plaza de Toros, sus playas como la del Galápago, el gran Teatro Kursaal o el edificio del Palacio de la Asamblea, entre otros muchos.
De compras por Melilla es inevitable adquirir sus tapices, cerámica, productos de cuero, relojes, especias, zapatos típicos y muchísimo producto de importación. A la hora de retomar fuerzas y sentarse a la mesa hay que tener en cuenta la fusión de culturas en la cocina de Melilla. Viajar a Melilla es probar mestizaje e interculturalidad dónde el pescado y el marisco son los productos más consumidos: boquerones, salmonetes, rape, agujas, gambas, calamares, chopitos, sardinas...La legumbres también son muy consumidas y alguno de sus platos más famosos con la cazuela de pescados, el cuscús, patatas con rape, pinchos de cordero, empanadillas de patatas, guisantes y ceballo, frituras, tapas, cocina bereber como la pastela o el Msemen o la tortilla tiesa. De postre, la naranja rellena, la sandía, arropes, merengas de café, tocino de cielo o los pasteles con almendras y jengibre. Para beber, su gran cantidad de tés.
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