Viajar a Austria

En el corazón de Europa nos encontramos con uno de los diez países más ricos del mundo, Austria. Bañado por el Danubio y protegido en su vertiente más oriental por los Alpes, posee una industria altamente desarrollada lo que le convierte en un valor seguro cara a las inversiones extranjeras. Y es que, desde el medievo, ha sido un país pionero con una cuna de artistas, músicos y científicos envidiable contabilizando, por ejemplo, hasta una veintena de Premios Nobel en alguna de las ramas de la ciencia.

Compositores como Mozart, Schubert, Strauss, Schönberg o Berg han nacido en este país, epicentro musical de la vieja Europa. También lo han hecho alguno de los filósofos o economistas más importantes como Karl Popper o el Premio Nobel de Economía, Friedrich Hayek. Su capital, Viena, es considerada junto a París como la capital europea de la cultura y es el principal de los nueve estados que conforman el país. La Unesco declaró su centro histórico como Patrimonio de la Humanidad.  Su herencia arquitectónica y urbana dibuja muy bien tres períodos claves del desarrollo político y cultural del continente como son la Edad Media, el período barroco y el Gründerzeit o industrialización.

Viajar a Viena supone visitar el museo Albertina con piezas claves del modernismo, el Wiener Prater que es el parque público más espectacular de la ciudad al lado del Danubio, la Karlskirche o iglesia de San Carlos Borromeo, el Palacio Belvedere, la ópera, la catedral de San Esteban, el palacio Imperial de Hofburg -que acoge el museo de Sisí emperatriz- y, por supuesto, la Ringstrasse, la avenida más importante que aglutina monumentos tan importantes como el ayuntamiento, el teatro imperial, el parlamento o los museos de bellas artes y el de historia universal.

No solo la capital es digna de ver, el país tiene otros puntos turísticos a tener en cuenta como Salzburgo, ciudad natal de Mozart, dónde destaca la iglesia franciscana, el monasterio de San Pedro, el castillo o la fortaleza de Hohensalzbu; las cuevas de Eisriesenwelt en Werfen, el parque nacional de Hohe Tauern, enclaves deportivos como las montañas de San Antón -una de las numerosas pistas para practicar esquí que se reparten por su geografía-, el valle de Hallsttat, el museo Swarovski en Wattens o la casi desconocida ciudad de Innsbruck, una joya a los pies de los Alpes.

Es imposible dejar Austria sin hacerse con alguno de sus souvenirs típicos como son los imanes y figuritas de madera, los trajes típicos del país, objetos de porcelana y cristal, tejidos de lana y bordados, joyería típica y, por supuesto, chocolate, licores, jamón ahumado, quesos con D.O, mermelada de albaricoque, típicos cafés vieneses, ternera y el plato tradicional austriaco, hecho con cerdo y servido con rosti de patatas.